jueves, 16 de abril de 2015

Parc des Rois


El Parque de los Príncipes parisino vivió ayer una transformación hacia Parque de los Reyes después de la sensacional actuación del Barça.
Bien habría valido un remake de An American werewolf in Paris con el nuevo título de Un hombre lobo uruguayo en París tras el excelente y decisivo partido de Luis Suárez. El charrúa, con dos auténticos golazos, situó al Barça a las puertas de semis de la Champions.

Antes de eso, fue de vital importancia el 0-1 de Neymar a pase de Messi que dejaba al Barça con ventaja al descanso. Los de Luis Enrique ganaron la batalla táctica en muchas zonas del campo ante los parisinos, mermados por las bajas de Ibra, Motta o Verratti, pero con un equipo siempre altamente competitivo. 

Las claves del partido
El orden y la concentración defensiva de los azulgranas. Con unos Piqué y Mascherano inconmensurables -en su línea- que contuvieron a la perfección las embestidas del conjunto de Blanc.
Otra de las claves del partido estuvo en el lateral derecho del Barça. Sin Alves, sancionado, a Montoya le tocó jugar su partido más complicado esta temporada. El canterano no se entiende con Messi tanto como Alves, lo que dificulta las combinaciones azulgranas por la banda derecha. Montoya, además, se vio ampliamente desbordado por su carril debido a las internadas del exazulgrana Maxwell, que a su vez facilitaban las incorporaciones del potente Matuidi a través de un pasillo interior que conducía directamente al peligro en la meta de Ter Stegen.

En el PSG la cosa se empezó a complicar con el 0-1, que llegó dos minutos después de un aviso de Messi al palo y un minuto antes de la inesperada lesión de Thiago Silva, que dio lugar a un David Luiz probablemente no recuperado totalmente de sus problemas físicos, lo cual quedó contrastado de forma evidente en el 0-2 y el 0-3 de Suárez, ambos con caños espectaculares, y en los que el central brasileño quedó retratado.

El centro del campo azulgrana administró inteligentemente los tempos, al contrario de lo ocurrido en Sevilla, y supo cuándo y cómo aumentar y aminorar las marchas pese a las inevitable ida y vuelta que vivió el partido en muchos tramos, inexorable por el hecho de tratarse de un equipo como el Paris Saint-Germain que propone un juego físico, rápido y técnico a partes iguales. El Barça controló la medular durante casi todo el encuentro y, pese a no haber hecho tampoco su mejor partido de la temporada, lo cierto es que no vio peligrar seriamente el marcador como en el Sánchez Pizjuán. Estupenda la incursión de Xavi producida, por desgracia, como consecuencia de la lesión de Iniesta. El egarense administró mejor que nadie el balón en París y ayudó a que Busquets -que perdió más balones de lo habitual- acabase adueñándose del espacio y redondeando su actuación.

En la portería, Ter Stegen se enfrentó al difícil reto de concentración que supone tener que actuar muy de vez en cuando, pero atajando con solvencia en la mayoría de ocasiones -sublime en el tiro de Cavani a la media vuelta y en el disparo lejano de Pastore- hasta el 1-3 en el que el desvío involuntario de Mathieu a tiro de Van der Wiel no permitió reaccionar a tiempo al alemán.

Y, claro está, la mayor clave del PSG-Barça fue el ataque culé. Messi solo requirió el gol para cuadrar el partido perfecto. El argentino tuvo que bajar a recibir el balón a la zona de tres cuartos y más atrás aún cuando la elaboración por la banda de Montoya y Rakitic se atascaba, pero supo moverse bien entre líneas, tocando y conduciendo hasta encontrar los espacios. La buena presión a partir del medio campo y la mordiente de los de arriba empezaron a dar sus frutos con el 0-1, en una jugada iniciada a partir de una pérdida de Pastore culminada con una contra rápida en la que Messi asistió y Neymar batió a Sirigu.
Especial mención merecen los dos goles -y el partido en general- de Luis Suárez. 
En el 0-2, el hombre lobo uruguayo en París se deshizo él solito de David Luiz con un buen túnel, de Marquinhos con un rápido recorte para zafarse después de Maxwell poniéndole el cuerpo antes de perforar la portería francesa en un gol que recordó al conseguido por Eto'o en la final de Roma de 2009.
En el tercero, el charrúa hizo nuevamente de las suyas combinando hábilmente con Mascherano, retratando con otro caño a David Luiz -anoche tuvo pesadillas, seguro- y definiendo a la escuadra con una calidad y una sangre fría apabullantes.

Victoria muy bien trabajada del Barça a todos los niveles y, por consiguiente, merecidísima ante un PSG que no perdía en su estadio en competición europea desde noviembre de 2006. Un estadio, el Parc des Princes, que anoche se tiñó de amarillo fluorescente para convertirse en el Parc des Rois.
El Barça tiene un pie y medio en las semifinales de la Champions League.




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