miércoles, 22 de abril de 2015

Fuentealbilla-Frederiksberg


"ENJOY INIESTA" debería rezar una pancarta en el Camp Nou tal y como lo hacía aquella en honor a Michael Laudrup en el momento álgido del Dream Team.
Los años han pasado, sí, pero algunas cosas parecen no cambiar nunca.
Si la afición barcelonista tuvo en Laudrup a la personificación de la magia con un balón en los pies, Andrés Iniesta se ha ganado a pulso el cariño de los culés tanto dentro como fuera del campo.
Don Andrés, medio manchego, medio danés, lleva años cautivando con su fútbol y ganándose un lugar privilegiado en la retina de los espectadores.
Lugares como Fuentealbilla, Stamford Bridge y Johannesburgo son ya topónimos inherentes a Iniesta, al cual se podría ligar de forma indeleble otro nombre propio: Laudrup.

Como al mágico centrocampista natural de Frederiksberg (ídolo confeso de Iniesta) al manchego se le atribuye la capacidad de embelesar y enamorar al aficionado con jugadas y acciones solo al alcance de muy pocos. Y esos pocos futbolistas, claro, son los típicos que no necesitan hacer 90 minutos espléndidos para despertar los elogios de la afición y de la prensa. Basta con jugar 45 minutos perfectos, llevando en volandas al equipo con control, inteligencia y desequilibrio en el centro del campo -como anoche frente al PSG-, e incluso es suficiente con verle protagonizar la jugada del partido: partiendo de su propio campo, conduciendo, zafándose de tres rivales con el balón cosido a la bota para acabar asistiendo medidamente a Neymar en el 1-0 para comprobar que Iniesta se desquita de los rivales al mismo tiempo que lo hace de las críticas por la escasez goleadora y asistente de esta temporada mientras vuelve a iluminar con su magia a un Camp Nou que ya la echaba en falta.


Con la actuación sublime del manchego -perfectamente ilustrada con la jugada del primer tanto- el Barça ganó en dominio en la medular y en dinamismo ofensivo, lo cual, combinado con la alta presión arriba y con la falta de autoexigencia de los franceses, ayudó a que el partido, más que un mero trámite para pasar a semis, se acabase pareciendo más por momentos a un Gamper de esos en los que el Barça golea y juega a placer ante equipos de un nivel bastante alejado al del PSG.
Los de Luis Enrique, con el once de gala, comprometidos y nada confiados por el 1-3 de París, hicieron nuevamente un partido inteligente en el que demostraron con buen juego, concentración, con los dos goles de Neymar y con un Andrés Iniesta que volvió a erigirse en estrella culé, por qué el Barça pasa merecidamente, por séptima vez en las últimas ocho temporadas, a las semifinales de la Liga de Campeones.
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