La "fantasmada" de Neymar |
El Barça es un equipo en plena transición y, como tal, es normal que en algunos momentos aparezcan ciertas reminiscencias de temporadas anteriores.
El pasado sábado, en el Clásico, al conjunto de Luis Enrique se le aparecieron viejos fantasmas y nuevos espectros futbolísticos inéditos en el conjunto azulgrana. Por ejemplo, la virguería de Neymar que encabeza estas líneas cuando el Barça (solo) iba ganando por 0-1.
Es normal que marcar a los tres minutos en el campo del eterno rival (por cierto, el gol más tempranero del Barça en el Santiago Bernabéu junto al de Bustillo en 1969) despoje al Barça de cierta tensión, pues adelantarse en el marcador ante el Madrid siempre es un plus, pero como sabemos -y pudimos darnos cuenta el pasado fin de semana- no es garantía de nada.
La primera reminiscencia culé parecía darse precisamente con ese gol madrugador de Neymar. Más de uno podía avistar ya un deja vu de partidos anteriores en el coliseo madridista: el Barça controlando a placer, durmiendo y despertando el partido según su conveniencia y hasta dominando claramente en el marcador. Nada de eso se produjo finalmente (o, al menos, más allá de la primera parte) porque el Barça cayó preso de su propio letargo y de sus errores más identificables.
La lenta circulación de balón de los de Luis Enrique fue directamente proporcional a las ganas de no dormirse de los de Ancelotti, que fueron a por el partido siempre.
La predisposición del Madrid, junto a la renovación de su fútbol, hizo el resto. El conjunto merengue, además de mantenerse como el mejor equipo al contraataque, ha evolucionado en favor de un juego más combinativo y elaborado.
Para cuando el Barça quiso (y no pudo) mantenerse en pie en el Bernabéu ya era demasiado tarde porque los viejos fantasmas habían reaparecido.
El primero de ellos, la falta de concentración, especialmente en defensa. El penalti de Piqué, tan justo como innecesario, demuestra un bajón de exigencia impropio de un partido de esa magnitud.
La misma falta de concentración azulgrana se vivió también en el segundo y el tercer gol del Madrid.
Una falta de entendimiento en el marcaje hizo que Pepe rematara solo en el 2-1. Y la misma falta de entendimiento (no exenta de mala suerte, por tratar de justificarla) entre Mascherano e Iniesta que hizo que el manchego le regalara el balón a Isco y habilitara la jugada del 3-1.
Descendió en el Barça la presión ofensiva y desaparecieron las ayudas para abrir la línea de pase, con lo que la presión del Madrid propició una alta recuperación de balones. Demasiados errores para plantarle cara a un equipo -ya de por sí de una grandísima calidad- que está ofreciendo su mejor versión.
El partido del Barça recordó en muchos tramos al que hizo frente al PSG. Ya pagaron caros su errores los de Luis Enrique aquel día y frente al Madrid no iba a ser diferente.
Si a todo esto le sumas que la alineación de Lucho probablemente no fue la mejor, da como resultado un partido en el que al Barça pudieron meterle cuatro o cinco goles tranquilamente y en el que se habría pasado del enfado y la impotencia a la humillación a manos del conjunto merengue.
Con todo y eso, el Clásico volvió a ser ese partido que se acaba desnivelando, como casi siempre, por pequeños detalles. Messi tuvo en sus botas el 0-2 (a saber qué habría sucedido después de eso) e incluso Mathieu pudo hacer el empate con un zurdazo que repelió Casillas.
No es momento de sacar grandes conclusiones acerca del futuro inmediato del Barça, pero está claro que el conjunto azulgrana está acostumbrando a sus aficionados a que sus principales errores se repitan, con menor forma de disimulo, ante equipos grandes. De momento, esta temporada van dos.