Ya lo decía mi hermano cuando era mi entrenador y nos alertaba en el vestuario antes de enfrentarnos a un equipo peor que el nuestro: <<Vamos a estar concentrados, porque los equipos malos te hacen malo a ti también>>.
Normalmente, con los equipos denominados "malos" suelen suceder dos cosas: que el equipo bueno no tenga problemas para darle un baño y golearle, o bien que el equipo malo contagie al bueno hasta el punto de ponerle en apuros, pero no de ganarle. Si acaso empatarle, pero no ganarle. Los equipos malos no le ganan casi nunca a los buenos. Esto sucede por la propia naturaleza futbolística del equipo malo, que casi siempre está bien organizado -especialmente en defensa- y trata de aprovechar los limitados recursos de que dispone para intentar hacer daño al rival en una de las pocas ocasiones que sabe que tendrá frente a su rival, infinitamente superior, especialmente si el partido es en el campo del equipo bueno.
A veces al equipo malo le sale medio bien y el equipo bueno se lleva los tres puntos sufriendo, ganando por un gol y dando la sensación de haber hecho un partido pobre y aburrido. Otras veces, las que más, el equipo bueno se da un festín de buen juego y virguerías y, además, golea sin piedad al equipo malo.
Anoche el equipo malo era el APOEL y el bueno, evidentemente, el Barça.
Los de Luis Enrique, con su novedoso 2-5-3, lo intentaron de todas las maneras posibles para lograr goles en lo que debería haber sido un plácido primer partido de la Champions League 2014-15.
Lo que pasó, sencillamente, fue que el APOEL de Nicosia le transmitió al Barça su escasa calidad y fluidez en el juego, y así pudimos ver cómo los Messi, Neymar y compañía difícilmente lograban desbordar a sus oponentes. Casi nada salía. Ni los uno contra uno, ni las posesiones (menos largas de lo que se presuponían), ni abrir con facilidad la línea de pase de tres cuartos de campo en adelante ni, menos aún, los disparos a puerta. El autobús chipriota y el ex canterano azulgrana y guardameta rival, Urko Pardo, hicieron el resto.
Lo más destacable de la victoria del Barça anoche fue en sí el gol de la victoria. El tanto de cabeza de Piqué invita al optimismo en Can Barça en las jugadas a balón parado, aspecto en el que el conjunto culé no destaca especialmente pero que, en partidos como el de ayer, puede suponer salvar los muebles. Ya se encontrará el Barça, como en tantas otras veces, con equipos que se encierran atrás y a los que parece imposible batir practicando el fútbol habitual (ahí están equipos como el Atlético para atestiguarlo), equipos que seguramente no serán tan benévolos en ataque. El Barça, sí, defendió bien y no tuvo problemas serios (de hecho Ter Stegen tocó su primer balón con las manos en el minuto 64), pero el mínimo margen en el marcador empezó a instalar cierto nerviosismo en el Camp Nou, que a punto estuvo de convertirse en ataque de nervios si el ex del 'Gladbach no hubiera evitado el empate en los instantes finales.
Recuerdo un partido que jugué a finales de los noventa con mi equipo, la U. F. Barberà. Creo que éramos benjamines. De lo que estoy seguro es de que era la primera jornada de liga y jugábamos fuera de casa. Lo recordaré siempre. Ganamos 0-19 y yo marqué seis goles ese día ante un equipo que prefiero no nombrar por tal de no herir los sentimientos de sus aficionados, los del VDF Roureda (Sabadell).
No es que nosotros fuésemos el mejor equipo del mundo, es que ellos eran malos. De hecho, eran MUY malos. Y además contaban con una inexistente organización sobre el campo, lo que nos facilitó el asunto.
No había acabado el partido y ya estábamos contando con los 3 puntos de la segunda vuelta.
No os penséis que os voy a contar que para el partido de la segunda vuelta nos confiamos tanto que acabamos perdiendo. No, por supuesto que no. Ganamos 8-1. Aunque una sensación rara, fría, de frustración, se apoderó de nosotros cuando llegamos al descanso con un vergonzoso 1-1. ¿Cómo podía ser eso? Si eran los últimos clasificados y en su campo les habíamos metido diecinueve. Creíamos que les íbamos a dar otra paliza, sin más. Y eso que el míster, mi hermano, nos lo había advertido antes del partido: <<Cuidado, porque los equipos malos te contagian y te acaban haciendo malo a ti también>>. En la segunda mitad lo remediamos saliendo a comernos al rival, sabiendo que si seguíamos especulando el tiempo iba a correr en nuestra contra, así que había que hacer goles y ser efectivo, que ya habría otros días para intentar jugar "bonito".
Salvando las grandísimas diferencias entre mi divertida y nada ostentosa anécdota (recordad, marqué seis goles) y el partido de anoche, el equipo al que le metimos 27 goles en dos partidos vendría a ser el APOEL. Solo que el APOEL, a pesar de ser un equipo malo, sí estaba bien organizado y por eso evitó una goleada de escándalo (esto no quiere decir que en Nicosia el Barça no pueda golear al APOEL por muy organizado que este esté, la diferencia es abismal).
A lo que voy: el Barça debe jugar concentrado y salir a ganar desde el primer minuto. Debería hacerlo siempre, pero más si cabe contra equipos como el APOEL. El equipo bueno corre un gran peligro ante el equipo malo cuando se confía debido a la flagrante diferencia de calidad existente entre ambos.
Van pasando los minutos, los goles no llegan porque el equipo malo está (muy bien) replegado, los jugadores se van frustrando a lo largo del partido viendo cómo una y otra vez no les sale nada de lo que intentan, y así se llega a los minutos finales con la sensación de haber hecho un mal partido y, en el peor de los casos, ver cómo el equipo malo, la perita en dulce de tu grupo, por cierto, puede arrebatarte los tres puntos en alguna jugada aislada. Es lo que tienen los equipos malos.