jueves, 12 de febrero de 2015

Ser del Barça


Ser del Barça es ser un poco agorero por naturaleza.
Sentir que, pese a ganar 3-1 en casa en la ida de una semifinal de Copa, la cosa no está del todo controlada. Ser del Barça es medio ruborizarse porque la victoria de tu equipo, trabajada y merecida, no es lo suficientemente abultada como para disfrutar del partido de vuelta libre de preocupaciones.
Que tu equipo pudo conservar la portería a cero, a tenor de la concentración defensiva mostrada, y que la imbatilidad soñada se escapó por un pequeño error puntual del portero -golazo de Trigueros mediante-.
Ser del Barça es enojarse como un niño endemoniado cuando tu equipo perdona demasiado en ataque y ves que el rival te acaba empatando sin haberlo merecido apenas.
Ser del Barça también es volverse a enfadar, casi como si se fuera a acabar el mundo, porque con 3-1 en el marcador fallas un penalti que te habría permitido prácticamente sentenciar la eliminatoria.
Tras la pregunta de por qué no ha tirado el penalti el de siempre y sí el jugador que justo hoy parece menos inspirado y después de observar varias oportunidades más de tu equipo para ampliar la renta, acaba el partido con el resultado anclado en solo dos goles de ventaja.
Solo dos goles. Ante un equipo que podría haberte atacado mucho más y no lo ha hecho. Ha venido para defenderse y tratar de hacerte daño a la contra con sus tres hombres más rápidos.
Ese equipo al que costó ganarle en Liga en la primera vuelta (0-1) y al que hace diez días volvió a costar vencer tras dar mucha guerra en tu campo (3-2). A ese equipo que es sexto en Liga por méritos propios. Y que sabe jugar a fútbol.
Tener un pie en la final de Copa y seguir dándole vueltas a la cabeza sobre si Ter Stegen podría haber estado más acertado en ese disparo o si Neymar hubiera marcado desde los once metros.
Eso es ser del Barça. El no conformismo ni ganando un partido ante un rival más complicado de lo que muchos pueden pensar.
Lo mejor de ser del Barça es cuando intuyes que los jugadores sienten lo mismo que los aficionados. Es más fácil estar motivado y querer seguir marcando goles desde el sofá que sobre el césped. Pero hay veces en las que a los futbolistas tampoco les parece suficiente lo que tienen y van a por más. Cuando el no conformismo se contagia desde el campo. Eso, sin duda, también es ser del Barça.
Compromiso, ganas, actitud, concentración, ambición, seriedad, entrega y un largo etcétera de valores positivos que refuerzan la idea de que hay futbolistas que parecen haber sido especialmente creados para jugar en el Barça.

A Javier Mascherano, para acabar de ser mi ídolo -y pasar de Jefecito a Jefazo, definitivamente- solo le falta marcar su primer gol con el Barça. Y tengo la impresión de que el argentino, que tiene todo lo que se le puede pedir a un futbolista, lo conseguirá esta temporada. Y encima será muy importante, como lo es Javier en este equipo. Porque juegue o no juegue, lo haga en su posición natural o no, Javier Mascherano sabe lo que significa ser del Barça.

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