martes, 13 de enero de 2015
El Barça-Atlético de siempre
El Barça-Atlético volvió a ser lo que era para los barcelonistas. Aquel partido de buen juego, espectáculo y vistosidad y en el que, por descontado, ganaba el Barça.
Los azulgranas, que llevaban una racha de seis partidos sin poder ganarle al Atleti, parecieron encontrar la tecla con la que desactivar al conjunto del Cholo Simeone.
Lo hicieron con buen fútbol en ataque, con verticalidad y rapidez en las transiciones ofensivas tratando de no descuidar la posesión, con buena presión arriba, con solidaridad defensiva y concentración, con calidad, talento, algo de suerte y hambre. Hambre, algo que se podía echar en falta en los de Luis Enrique en algunos partidos. Y mentalidad ganadora.
Está claro que Messi hizo un gran partido y recordó en algunos puntos a su mejor versión: por la concentración, las ganas de marcar, de lucirse incluso, intentando regates y acciones que le suelen salir cuando está motivado e inspirado.
El gran triunfo del Barça, más que en el 3-1 que reflejaba el marcador al final del partido, se halla en la recuperación del hambre de ganarle a un rival directísimo como en el que se ha convertido este Atlético.
No pudieron vencer a los rojiblancos el año pasado en seis encuentros y este año, a la primera, han demostrado que si quieren, pueden.
Parece que el Barça (con el que debería ser su once de gala, por cierto) ha encontrado la manera de frenar a un Atleti que estaba enrachado contra los azulgrana. No se trata de cambiar el estilo de juego, sino de perfeccionar lo que ya se hacía bien y, sobre todo, mejorar en lo que claramente fallabas.
Por ejemplo, la solidez defensiva y la manera de atacar. Cuando ha quedado demostrado que con ataques estáticos no puedes sorprender a una defensa como la colchonera, toca buscar nuevos métodos. Uno de ellos, el que se vio el domingo: transiciones rápidas (es decir, un estilo más cercano al contragolpe, aunque nos chirríe un poco esa palabra), con una mayor verticalidad para encarar el área rival (con los centros de Alves poco se puede esperar) y con un intento de resolución que no supere los cuatro o cinco toques. Y así llegaron los tres goles azulgranas.
El partido, cómo no, tampoco estuvo esta vez exento de polémica. Undiano Mallenco prosiguió su papel de juez excesivamente permisivo con algunas acciones (entradas en algunos casos extremadamente duras, como el planchazo de Giménez a Neymar, que ni siquiera fue sancionado) y otras cuestiones de visualización casi milimétrica como el control con el brazo de Messi que precede al 2-0 o el penalti que el argentino no cometió y sí fue pitado por el colegiado navarro.
Sobraron en el partido algunas tanganas (aunque estas ayudan también a que un Barça-Atlético sea lo que es) y algunas actitudes como la inclasificable chulería de Mandzukic mandando callar al Camp Nou tras anotar, de penalti, un gol que solo reducía distancia en el marcador (!).
El Camp Nou volvió a conjurarse una vez más con el equipo en "una de esas noches" y la comunión afición-jugadores fue total, lo que sirve de paso para acallar algunas voces críticas durante unos días tras el malestar institucional generado últimamente.
Solo se echó en falta, y esto ya es una apreciación personalísima, que el partido se hubiese emitido en abierto y por TV3. Con su Pere Escobar, su Pichi Alonso, su Sergi Albert e incluso su Jordi Culé en la celebración de los goles azulgranas. Como en los Barça-Atlético de antaño, aquellos en los que reinaba el espectáculo, la tensión, la emoción, los goles y, sobre todo, en los que el Barça ganaba.
Eso sí parece haber vuelto.