La última vez que el Barça cayó eliminado en cuartos de final de la Champions fue en la temporada
2002-03.
Ocurrió un 22 de abril ante la Juventus. En el partido de ida, 1-1. En la vuelta, en el Camp Nou, idéntico resultado. Se llegó a la prórroga, en la que un fatídico gol de Zalayeta en el 114' volvió a echar de Europa al Barça.
LLoros desconsolados de un (ya no tan) niño de 15 años y los consiguientes reproches y maldiciones varias, eso sí, acompañadas de un profundo sentimiento barcelonista. Las justificaciones paternas del tipo "que hubieran corrido más" para explicar una nueva eliminación europea de mi equipo no explicaban en absoluto el desastre personal que acababa de presenciar por televisión. Aún con la camiseta puesta y sin ningunas ganas de cenar, por supuesto, intentaba explicarme a mí mismo el porqué de tan dolorosa eliminación a manos de un equipo que ni mucho menos era mejor que el mío. "Que hubieran corrido más y le hubieran echado un par de huevos", repetía mi padre, pero yo lo negaba una y otra vez argumentando que, en el fútbol, no todo era "correr y echarle huevos", que el Barça siempre intentaba jugar bien y era superior a su rival y que siempre caía eliminado de forma injusta, en un casi patético intento de autoconvencimiento.
En los últimos años, el Barça nos ha acostumbrado a estar siempre presente, como mínimo, en semis de la Champions (seis años consecutivos) y nos hemos quedado solo con ese detalle. Como siempre jugaba más o menos bien o, al menos, de una forma aceptable (a excepción del desastre del año pasado contra el Bayern), nos habíamos creído que el Barça no necesitaba nada más que jugar siendo fiel a su estilo y que, con los jugadores que tiene, podía ganarle a cualquiera. Y, si caía eliminado, dábamos por hecho que lo iba a hacer de la forma en que lo hizo ante el Inter en 2010 o ante el Chelsea en 2012, eliminatorias en las que quizás la suerte y/o ciertas decisiones arbitrales no habían estado de su lado.
La eliminación anoche ante el Atlético de Madrid puede dar lugar (y ya lo está dando hoy) a clamar por una "limpieza total" en el vestuario azulgrana -incluído el banquillo- y, por supuesto, en la secretaría técnica y en la junta directiva. Que si Mascherano y el coladero defensivo, que si Alves no defiende bien y centra aún peor, que si Xavi ya no está, que si Cesc no tiene sangre, que si Messi va andando (ayer corrió solo un kilómetro y medio más que Pinto), que si Neymar, que si Pedro, que si Alexis, que si el Tata no tiene ni idea y se equivoca siempre en los cambios, que si Zubizarreta y su pésima gestión...
Todo eso ya lo sabíamos -o lo empezamos a intuir- hace uno o dos años (a excepción de lo del entrenador, claro está).
Es innegable que lo del Barça anoche se veía venir de lejos. Superar al City en octavos no había hecho sino maquillar algunas imperfecciones. ¿Por qué iba el Barça a dar justamente anoche una imagen totalmente diferente a la que había mostrado contra el Atlético este año? Cuatro partidos, cuatro empates. Y sufriendo. Una Supercopa de España, sí, sufriendo todavía más.
El Atlético te puede gustar más o menos en sus maneras y puedes ser más o menos partidario de su filosofía de juego, pero ha sido justo merecedor de llevarse esta eliminatoria por su hambre, su intensidad, por sus ganas, por correr más y por "echarle más huevos". Porque no tiene mejor equipo que el Barça (y ayer, encima, no jugaron ni Costa ni Turan), pero ha sabido y ha demostrado ser mejor equipo.
Pese a todo, no te engañes, culé: yo también me prometía y me juraba a mí mismo no volver a ver un partido del Barça en años tras un batacazo europeo, pero sabes que el miércoles estarás ahí, frente a la tele, deseando que tu equipo gane la Copa del Rey ante el Madrid y estarás igual de expectante en las últimas jornadas de liga por ver si los tuyos se alzan con el título. Sabes tan bien como yo que, una vez eliminados de la Champions, los trofeos que pueden venir quizás ya no tendrán el mismo sabor, pero deja pasar los días y verás como las cosas tienen otro color, otro matiz, y que a nadie le amarga un dulce.
Aunque, claro, también puede ser que esté volviendo a hacer el mismo intento casi patético de autoconvencimiento que hace once años.
Si no lo ves muy claro, conjúrate con mi padre (o con el tuyo) y grítate a ti mismo "que hubieran corrido más". No te faltará razón.